Dilema

Hay un incendio, dijo el maestro, y tienen la oportunidad de realizar un rescate. Solo uno. En un ala del edificio, un venezolano agita los brazos como un náufrago que ve pasar un barco. Grita por ayuda, tiene quemaduras en el cuerpo y lleva impregnado el inconfundible olor a cabello quemado. Es su cabello, por supuesto. En otro extremo hay un perro calato peruano: chilla como locotiembla a pesar que está a punto de asarse, y se mea de miedo cada dos pasos¿A quién rescatarían? 

La pregunta del maestro generó un breve silencio en el salón. Los alumnos, luego de pensar en la situación, dieron una respuesta unánime: rescatamos al venezolanoporque también es una persona. Tengan en cuenta, dijo el maestro con aires de saber a dónde quiere llegarque el perro es patrimonio cultural de la nación, es parte de nuestra historia, y protagonista de nuestra cerámica desde hace más de dos mil añosEn suma: el perro es uno de nosotros. Y el venezolano, pues, un recién llegado, ilegal tal vez, y quién sabe si le haríamos un favor, si hacemos como que no le hemos visto ni escuchado. La mayoría se ríe, claro, conocen a su profesor y saben de su humor. Y esta vez, aunque con menos convicción, responden que si pudieran rescatar a alguien, sería al venezolano. 

El maestro insistió: entonces imaginen que ese perro no es un perro cualquiera: es el perro que recibieron en una cajita de zapatos, con un lazo rojo en el cuelloel día de su cumpleaños. Desde el momento en que lo vieron sabían que ya tenía un espacio en su vida. Y así fue que le pusieron un nombre, a diario le remojaban trozos de pan en su leche, y le pedían su cuarto de pollo para llevar -parte pecho- cuando salían a comer y no lo podían llevar consigo. Es el perro que llevaron al veterinario cuando enfermó, al que le compraron sus cremas para la piel, su bloqueador cuando el verano, y sus galletas sabor carne ahumada para el postre. En suma, ni siquiera es uno de nosotros, en generalsino uno de ustedes, en particular, uno de su familia. Y a su lado el venezolano, pues, es nadie. ¿A quién rescatarían? 

A mi perro, gritaron varios, en típico plan joda de salón. El maestro sonrió como quien da una estocada en una discusión de bar. Y un adolescente venezolano, en alguna parte del salón se reía con todos para que no se rían de él. Era uno de los más de 25 mil niños y jóvenes venezolanos que este año empieza -o retoma- clases en escuelas peruanas. Era un nadie que quizás dejaríamos en el fuego. 

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