Trata

humantrafficking

Si tiene siete mil pesos bolivianos en el bolsillo se puede llevar a casa, o al taller clandestino, o donde quiera, a un niño boliviano para hacer con él lo que le dé la gana. La información es de un diario virtual de nuestros vecinos. Esto sucede, según el diario, en la frontera de Bolivia con Argentina. Pero vamos, la compra venta de personas en el mundo no es algo raro ni novedoso, hasta parece que ya nos hemos acostumbrado. Además es un negocio redondo, según la publicación, tanto que leer el informe, mientras se escucha un adagio de Vivaldi, a uno le entran las ganas de comprarse uno para la casa y otro como regalo, para el amigo que siempre pide un suvenir. Volviendo a lo central, decíamos, el negocio, si se puede llamar así, va viento en popa y existe más de una franquicia dispuesta a ampliar los horizontes de este emprendimiento, que por lo demás es un negocio tan viejo como el de zapatero, por decir algo, solo que este último no produce tantas ganancias. Y en ambos rubros, creo yo, se trata de una cuestión de insumos y de uso. Así, mientras haya vacas siempre habrá cuero para los zapatos y mientras existan niños o vayan a ese lugar fronterizo, habrá quienes estén dispuestos a venderlos y otros a comprarlos. En ambos casos, el de los zapatos y los niños, si se deterioran demasiado, se aplica la política de usar y tirar. En el caso específico de las niñas se puede comprar una de 12 o 13 años y pagar por partes y sin intereses. Se paga la mitad en la entrega del producto y luego de un año, previa conformidad o satisfacción del usuario, se paga el resto. El informe dice 2500 dólares en total. Cruzan miles por esa frontera, saque la cuenta.

Cuando leía la noticia entró una llamada a mi celular. Era un voluntario de UNICEF. Me preguntó si sabía lo que hacían. Qué irónico. Le dije que sí  y le devolví la pregunta. ¿Sabes qué hace UNICEF, le pregunté, en la frontera que les cuento?, y le solté todo el rollo. Entonces como ya estaba sensibilizado, me propuso hacerme socio o colaborador por uno sol con treinta céntimos al día y ese era el motivo de su llamada. Le dije que en tiempos de desempleo no me podría dar ese lujo, y que mi colaboración será no comprar una niña boliviana para explotarla sexualmente. Me agradeció con mucha amabilidad y prometió enviarme más información a mi mail. Sigo esperando.

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